Taciturna damisela que vaga por las penumbras de la noche, tan solo iluminada por el brillo de la luna, y que transita solitaria en el edén más oculto de las sombras, recibe como dádiva de su fe el cicerone del que será su camino.
Liba de la esencia que trasega de cada vida y cada experiencia, sin dejar en olvido las docencias que la imperancia le dió.
Discierne entre la iniquinidad, la vileza y la infamia que la savia le muestra como óbice, para converger al fin con la aservación.
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